En Rabat el sol se pone rojo todas las tardes. Hacia el mar. Es el mismo sol que hoy, punto final de este viaje, ilumina las murallas de arena, las paredes azules y las piedras donde se secan nuestras lágrimas.
Atrás dejamos las mezquitas donde intentamos colarnos sin éxito, la azul e inmensa Kasbah des Oudaïa, los cementerios al borde de la playa, los falsos guías, el ultramoderno tranvía repleto de hiyabs, el hotel lujoso al que no terminábamos de acostumbrarnos, los bocadillos de queso que nos comimos en la estación del tren, el paseo de los artistas, el arte, la belleza por todos los rincones, la ribera del Bu Regreg y su...